sábado, 26 de febrero de 2011

Febrero

Tengo tu nombre enmarcado en algún lado,
tirado entre ropa sucia y libros viejos;
o quizá en un sitio más obvio
como la postura de mis hombros
o las raíces de mi cabello.
En esta última semana lluviosa
he rememorado repetidamente
tu fiebre de la última temporada de lluvia a la que le dí importancia.
Para entonces no me importaba mojarme los pies con tal de llegar a ti.
Los últimos meses tu silueta se ha enfriado de mis manos,
mas no la costumbre de buscarte a mis espaldas.
Después de todo, es apenas cuando recuerdo las grietas del caoba de tus ojos,
que me es evidente que la desesperanza y el cinismo no son más que la estela de tu partida.